El 20 de marzo publiqué esta reseña en Ciao, al igual que todos los que colaboramos habitualmente en ese portal y que a su vez hemos formado parte de la lectura conjunta de Noche y Niebla de Juan Andrés Moya Montañez; así que sin más dilación, la reproduzco tal cual está publicada en Ciao.
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Gracias a Kayena, o ALMARGEN, como es conocida aquí en Ciao, tengo la fortuna de participar en esta lectura conjunta de la primera novela de nuestro compañero John Andy, o mejor debería decir, del escritor Juan Andrés Moya Montañez. Kayena organizó en su blog Kayena: negro sobre blanco un sorteo y posterior lectura conjunta de la primera novela de Juan Andrés Moya. Tratándose de un compañero de Ciao me apunté sin dudarlo y tuve la gran suerte de ser una de las agraciadas con su libro. Casualidades de la vida, al darle mis datos postales para que me enviase el ejemplar, Juan Andrés vio que residía en la misma provincia que una hermana suya, precisamente la persona que quedó encargada de enviar los libros a los ganadores. Me llamó por teléfono para entregarme en mano el libro, y descubrimos que además de lugar de residencia (en mi caso, además ciudad natal) compartíamos también profesión. Ya dijo alguien eso de que "el mundo era un pañuelo".
Con la venia de Juan Andrés, y dado que su sinopsis me parece muy acertada, reproduzco literalmente el ARGUMENTO de la contraportada del libro:
Lucía se enfrenta al ocaso de su padre con la memoria repleta de dulces recuerdos y el corazón henchido de admiración. Sin embargo, la irrupción de una anciana desconocida, su rencor y su ira, la obligará a sumergirse en el capítulo más oscuro de la historia argentina, y por ende, a rozar el límite último de su moralidad y su cordura.
(Sinopsis de la contraportada)
IMPRESIONES
Noche y niebla es una novela corta o un relato largo, según se mire. Da igual, lo que importa de Noche y niebla no es su extensión sino su contenido, tan profundo y estremecedor como desgarradoramente real, tanto que es imposible que el lector que se acerque a esta novela quede indiferente tras su lectura. Trata un tema muy duro y consigue que el lector se estremezca, aun siendo un tema nada novedoso, más propio de una novela larga e incluso histórica, para más detalle. Condensar una historia cargada de tintes dramáticos en tan escasas páginas tiene su miga. Noche y niebla lo consigue.
Noche y niebla fue producto de un sueño tan extremadamente real que Juan Andrés se vio en la imperiosa necesidad de plasmarlo en papel.
Comienza de forma enternecedora, relatando una escena entre un padre y su hija pequeña. Si bien la escena parece una mera anécdota, (eso sí, plagada de magia) a mi modo de ver sirve para plasmar la relación tan especial que la niña mantiene con su padre, ese héroe que incluso es capaz de “atrapar” el sol en un vaso para ella. Esta primera escena del libro nos acerca también a la destreza que Juan Andrés destila como narrador. Está plagada, como especificaré más adelante, de una gran riqueza narrativa, no sólo de palabras sino de formas literarias.
A continuación, Juan Andrés nos traslada al momento actual de la protagonista del libro, Lucía, y de su padre, moribundo ahora en un hospital de Madrid.
La historia se va contando con saltos en el tiempo, pasado y presente discurren alternativamente entre Buenos Aires y Madrid sin que ello suponga ningún problema para el lector, en primer lugar porque así lo deja claro Juan Andrés al comienzo de cada capítulo, situándonos en tiempo y ubicación geográfica, y en segundo lugar porque todo está bien entrelazado y va encajando de forma lógica, con lo que es imposible perder el hilo argumental.
La novela no está exenta de algunas sorpresas. A raíz de la aparición de una anciana en el hospital madrileño donde el padre de la protagonista se encuentra luchando contra sus últimos días, asistiremos al descubrimiento por parte de Lucía de una incógnita que desde niña rondaba en su cabeza. Leyendo ese capítulo en cuestión, me vino a la memoria aquella película de Costa-Gavras, La caja de música, en la que una hija, interpretada por Jessica Lange, se enfrentaba a un descubrimiento tan atroz como al que se enfrenta Lucía en Noche y Niebla. Y es que desgraciadamente, hay muchas "Lucías" en este mundo. Siguiendo con los recuerdos visuales que el libro me ha traído a la memoria durante su lectura, otro personaje, la madre de Lucía, Gabriela, también me ha hecho recordar a la madre del niño protagonista de otro film también duro, El niño con el pijama de rayas. Ésta, sin embargo por un motivo muy diferente: por ser una mujer que ha preferido vivir al margen en su particular palacio de cristal, sin querer ver lo que ocurría tras los muros. Desgraciadamente, también hay muchas "Gabrielas" en el mundo.
Me resulta muy difícil escribir esta opinión sin "destripar" el libro, estoy intentando hacer un fuerte ejercicio de contención para evitarlo, y no sé si lo estaré consiguiendo, si no es así, pido disculpas al posible futuro lector.
Continuando en materia, si bien la reacción de Lucía ante su infame descubrimiento es desgarradora, quisiera resaltar dos partes del libro que a mí me han conmovido más que la propia historia de Lucía, no tanto desde el punto de vista emocional, sino desde el punto de vista narrativo. Una de ellas, es la parte dedicada al interrogatorio y al lamentable desenlace de la mano del padre de la protagonista y de Fernando, el hijo de la anciana. En mi opinión Juan Andrés ha captado la esencia del verdugo a las mil maravillas, unos cuantos diálogos perfectamente recreados han bastado para que en mi mente se forjara la imagen de lo que estaba ocurriendo.
La otra parte que quiero destacar, se encuentra en el capítulo 13 del libro, bajo mi punto de vista, el clímax de la novela literariamente hablando. No puedo entrar en detalles exhaustivos sin desvelar gran parte de la historia, pero esa alternancia de la que hace uso Juan Andrés entre la víctima y el verdugo, esas reminiscencias oníricas de la víctima intercaladas con los "golpes" verbales y físicos del verdugo, sobrecoge y emociona a la vez que vuelve a demostrar la eficacia narrativa y el talento de Juan Andrés. Los últimos momentos de Fernando, repito, son sublimes.
No puedo dejar de mencionar la cuestión del lenguaje. Juan Andrés tiene un amplio conocimiento de la gramática española. Desconozco su trayectoria literaria anterior pero en la novela me ha dado la impresión de que bebe de las fuentes de la poesía, parece que se hubiera curtido en ella antes de adentrarse en el terreno de la prosa. La cantidad de recursos literarios y figuras que utiliza en la narración, plagada de símbolos y metáforas, me lleva a pensar así. Noche y niebla destila lirismo y musicalidad en sus palabras.
La fuerza y realidad que imprime a los diálogos, tampoco es una cuestión que deba quedar fuera de este humilde análisis. Juan Andrés se mueve como pez en el agua en este terreno. Todo el lirismo que destila su prosa cuando ocupa el papel de narrador, está ausente en los diálogos en boca de los personajes, utilizando las expresiones necesarias que lo curten de un realismo aplastante. A modo de ejemplo, las frases y palabras que pone en boca de la anciana, cargadas de dureza y de realismo, lo dejan patente. Todo ello me lleva a pensar que Juan Andrés se desenvuelve con la misma maestría en ambos terrenos, como constructor de diálogos reales y creíbles y como profundo narrador provisto de un vastísimo vocabulario que en ocasiones ronda una belleza que, aun a riesgo de hacerme repetitiva, lo acerca a la poesía más que a la prosa, demostrando sobradas dotes para ambas cosas.
Quisiera destacar también y con respecto al lenguaje, la dificultad que entraña escribir, según el personaje del que se trate, teniendo que adaptar el idioma español a las características lingüísticas propias de la lengua argentina, como pueden ser el uso del voseo y la pérdida del diptongo en el verbo. Lo cierto es que tal alternancia denota además de un buen ejercicio de documentación, mucha técnica y seguridad narrativa.
Noche y niebla se lee en un suspiro, no ya por la brevedad de la obra, (las hay breves pero insufribles) sino porque es ágil, amena, y sorprende aún más si cabe, que pueda cumplir esas premisas tratando un tema tan duro y tan profundo. Parece mentira que un texto tan breve encierre tan altas dosis de creatividad.
Y a ti, Juan Andrés, desearte el mayor de los éxitos en la que espero sea una prometedora y larga vida literaria. Talento no te falta.
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