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Mayo es el mes de las flores, el mes del esplendor en la hierba, y esto me trae a la memoria los versos de la Oda a la inmortalidad, de William Wordsworth (1770-1850), uno de los poetas más importantes del romanticismo inglés.
No es que sea yo lectora habitual de poesía, pero sí hay unos cuantos poemas que por un motivo u otro me gusta releer de vez en cuando, y este es uno de ellos.
Oda a la inmortalidad, de William Wordsworth
Aunque el resplandor que
en otro tiempo fue tan brillante
hoy esté por siempre oculto a mis miradas.
Aunque mis ojos ya no
puedan ver ese puro destello
que en mi juventud me deslumbraba.
Aunque nada pueda hacer
volver la hora del esplendor en la hierba,
de la gloria en las flores,
no debemos afligirnos,
porque la belleza subsiste siempre en el recuerdo.
En aquella primera
simpatía que habiendo
sido una vez,
habrá de ser por siempre;
en los consoladores pensamientos
que brotaron del humano sufrimiento,
y en la fe que mira a través de la muerte.
Gracias al corazón humano
por el cual vivimos;
gracias a sus ternuras, a sus
alegrías y a sus temores, la flor más humilde al florecer
puede inspirarme ideas que, a menudo,
se muestran demasiado profundas
para las lágrimas.
La primera vez que oí los versos de Wordsworth fue cuando vi hace muchos años la película Esplendor en la hierba.
Está dirigida por Elia Kazan, ya sabéis: Un tranvía llamado deseo, La ley del silencio, Al este del Edén... O lo que es lo mismo: un grande entre los grandes. Cierto que hay un episodio bastante oscuro en su vida (un senador, una caza de brujas...) que si bien lo ensombrece como persona, en ningún caso como director.
Esplendor en la hierba es la historia de un amor imposible entre dos jóvenes que se aman profundamente. En la película está muy presente el contexto histórico del Crac del 29 y diversos temas como los tabúes sexuales de la época, el "qué dirán", la doble moral, las difíciles relaciones entre padres e hijos, o incluso el perdón de estos últimos hacia sus padres.
Pero la película trata por encima de todo del amor, pero del amor en mayúsculas. Es más, diría que solo quien haya sufrido ese primer amor frustrado de juventud podrá comprender como es debido la historia y ponerse en la piel de los personajes, en particular en el de Natalie Wood. Habrá a quien le parezca una película exagerada, un chute en vena de glucosa, o incluso una historia anticuada; y lo digo no porque lo imagine sino porque lo he leído de un "crítico" que decía que la historia era muy "blandengue". Y yo al leer esas palabras sobre esta maravilla de película no puedo por más que preguntarme si ese señor se habrá enamorado alguna vez.
Creo que resulta más que evidente mi debilidad por Natalie Wood, actriz de la que me declaro fan incondicional, pero ved si podéis la película y decidme después si no estáis de acuerdo conmigo. Esplendor en la hierba nunca habría sido igual sin ella, que nos regala algunas de las escenas más memorables de la película. Natalie falleció de forma prematura a los 43 años en extrañas circunstancias en las que incluso se vio envuelto su marido, Robert Wagner. Como todo el mundo que haya seguido el caso en mayor o menor medida, tengo mi opinión al respecto, pero entrar ahora en ese tema excedería con mucho el objeto de esta entrada y no es esa la intención.
